sábado, 17 de agosto de 2013

Llega el final



Después de una vida tremendamente agitada. Y como dirían algunos, bien vivida. Tomó la decisión más difícil y dura de su vida. Terminarla con la persona que aún sin amarla, sabía que cuidaría de él hasta el final de sus días. Que al mirarse al espejo notaba cada batalla ganada y perdida en sus cicatrices. Hasta alguna guerra ganó también. Pero muchas arrugas marcaban su vida. Había vivido.

Era algo más que un chaval y ya con sus manos empezaba a ganarse la vida. Listo cómo él solo. Fue aprendiendo a fuerza de equivocaciones. Nunca tuvo al padrino, al mayor, al amigo de siempre donde mirarse o donde recibir un consejo. Se hizo a sí mismo. Su osadía por la vida nunca tuvo límites. Las cruzaba todas. Y las bofetadas gordas. Pero cada vez menos, hasta llegó el momento que no le daban, es más, el era quien empezaba a liderar actitudes. Porque apto lo era para todo. Para lo bueno y lo malo. Para las fiestas y más para el trabajo.

Lobo solitario casi siempre. Reservado hasta en lo más sencillo. Nunca revelaba más de lo que quería. Y eso marcaba su vida.

Los años pasaron. Y los días marcaron. La juventud desapareció. Y el trabajo se acabó. Los días de gloria se olvidaron y las conquistas conquistadas, las conquistaron otros. Los amores de verdad desaparecieron y la cruda realidad golpeó en su cabeza.

Tonto no era. Lo sabía de siempre. Y el guerrero se convirtió en paciente servidor y asumió que su final era compartir y ceder que aún sin amor viviría con cariño.

Poco o nada le quedaba de su larga trayectoria. Su cabeza llena y el alma vacía. Ahora cambiaba horas y meses de su cabeza por un gramo de ternura en su alma.


Buscó y encontró el cariño y el mal juicio lo volvió en un buen acuerdo. Vivirían tranquilos. Verían llegar el fin en paz 

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