martes, 6 de agosto de 2013

Parir



No hay nada más vital que el hecho de parir. No hay nada en el mundo más íntimo y personal que parir a un hijo. Y desde todos los tiempos ese hecho ha pasado por todos los estados de intimidad.

Desde el parto en la más absoluta intimidad de hacerlo sola y separada de la tribu, con todos los riesgos que podían conllevar. A parir en el Hospital universitario donde un estudiante de medicina te suelta: abre bien las piernas que te voy a meter el puño para saber cuánto dilatas.

Que dignidad más extrema desde un punto al otro. Donde queda la mujer en cada caso? Antes tenía que salir detrás de su hijo para verificar que no se lo cambiaban. O estar en una escena pública de noblezas por rango a la espera de ver salir de su cuerpo al hijo del rey.

No siento ningún reparo en contradecir a cualquiera que no mire con desprecio a quienes no dignifican a la mujer en todo su sentidos de intimidad y respeto por el hecho de parir. Y no convertirla en algo tan simple, como que solo es una función: dar a luz. No sólo es la mujer la que debe tener esa intimidad, sino todas las personas que de una forma u otra puedan intervenir en ello. Tienen dolor, pero no son inválidas.


Respetarlas. Son ellas las que paren. 

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