viernes, 24 de enero de 2014

El Último Viaje


Unas de sus costumbres había sido la de leer los periódicos todos los días. Y no uno, sino varios. Era una buena forma de mantenerse informado y crear una opinión más objetiva de la realidad que le rodeaba. Últimamente ya lo hacía en casa, salía menos a la calle, y lo hacía con parsimonia, con tiempo, con pasión. No dejaba nada sin leer. Creíamos que era capaz de leer se hasta los anuncios. Repasaba una y otra vez los artículos de opinión. Las editoriales, las noticias políticas. Y hasta las te cuadraba con su bolígrafo. El tiempo, los deportes. Era un apasionado del fútbol, del Barça, claro. Era de siempre. Nunca cambió de equipo. Los toros, la cultura, hasta los horarios de los cines.
Hacía ya unos años que los periódicos los empezaba por el final, era algo curioso. Nos fijábamos en ese detalle pero no le decíamos nada. Solo observábamos como lo hacía, pero no le dábamos más importancia.
Aquel día le dijo al tío de su mujer, un personaje ya nonagenario, que vivía con ellos en la casa:
-aun no estás en la lista.
Una frase casi enigmática para todos menos para ellos. Era algo tácito entre los dos. Sabían de sobra a que se referían. 
Con los meses fui observando más detenidamente esa forma de leer los periódicos. Y pronto me dí cuenta que su interés por empezarlos por detrás no eran por las noticias. O los deportes, ni las editoriales. Eran las notas necrológicas y las listas de fallecidos con sus edad. 
Todo aclarado. Bueno todo menos las frases que seguían cruzándose entre ambos. Era casi macabra la idea de ver el nombre de alguno de los dos en esas listas. Y era casi espeluznante saberlo.
Pero desde su punto de vista. Mejor dicho, desde su estatus de edad, de madurez y de esa edad donde ya tienes tu vida hecha, tus cuentas terminadas y esperas que tu final llegue con esa paz. El ver las notas necrológicas de tus amigos, de tus conocidos o de personas que sin ser nada tuyas, tienen más o menos tu edad, te da hasta ánimos de que tú aun puedes seguir leyendo esas notas. Señales inequívocas de que estas vivo. Y las bromas entre ambos ni son macabras ni dan repelús. Son pura y llanamente bromas de vida.
Los amigos cada vez son menos, las llamadas son cada vez más espaciadas y las visitas cada vez son más raras. La soledad viene rápida abrazándose a tu cuerpo.
Y solo una vida llena de vida es capaz de soportar la llegada de la muerte con la tranquilidad de haber hecho algo en la vida que ha merecido la pena.
Una partida de cartas, recoger el pan, los nietos, algún recado. Y hablar, eso sí era de su gusto. Hablaba de su vida. De experiencias, de batallitas diríamos los jóvenes, ya las contaremos nosotros. Ya nos llegará la edad para contarlas. A quien estuviera cerca y pudiera hablarle, ya estaba con sus historias. Sentaba cátedra desde su altura de vida. Creyendo que se le haría caso a pies juntillas. Nunca se dan cuenta que en la vida hay cosas nuevas que han cambiado las antiguas. Pero estoy convencido que esto no es de ahora. Seguro que a sus padres y antes a sus abuelos les pasaría igual. Creerían que solo lo suyo es la verdad, lo bueno, lo que hay que hacer. Y ni creemos que a nosotros nos pasará lo mismo cuando estemos cargados de meses y años para no entender más que lo nuestro.
Vuelve otro día a comprar sus periódicos, a recoger el pan, cuatro fotocopias de unas fotos que vió en una revista y quiere mandar a un amigo. Pocos hobbys le quedan. Su vida se ralentiza. No hay prisa para nada, ni hay que madrugar. Ni para leer, ni para ir a ver al amigo enfermo, murió el mes pasado. Las recetas del médico, las pastillas en la farmacia. Ya está en la cima de la pirámide. Y desde hace mucho tiempo. Por ley no enterrará a nadie. Siempre debe ser así, a él le enterraran los de abajo. Y ese sentimiento le tranquiliza. Ve con tanta vida a los que le rodean que el solo sentimiento de irse después de alguien no lo podría soportar.
Los días pasan y su cabeza le deja tiempo para él y sus cosas.

No hay prisa para nada. Ya queda menos para ver el nombre en esa lista.

martes, 14 de enero de 2014

Los Pájaros



Esta mañana volviendo a casa, casi saliendo el sol, me fijé en el cielo como sus colores cambiaban del negro al azul maravilloso de esta tierra. No sólo vi el cambio de colores. Vi una bandada de pájaros volando. Algo muy natural y lógico. Los pájaros vuelan. Pero estos tenían algo de especial. Volaban en vértice. Uno delante y el resto en perfecta desfile de vuelo. Eso lo hemos copiado de ellos, cuando nuestro aviones vuelan en formación. En ese momento me di cuenta que esos pájaros tenían una lógica de volar. No volaban de un lado a otro porque si. Necesitaban volar así porque su destino era el necesario. Es más, pensé que muchos de ellos ni siquiera sabrían cual y como era su destino. Era su primer viaje. Y para mejor entenderlo saqué mi teléfono. Tiene una aplicación de brújula. Y me indicó claramente su destino por la dirección que marcaba. Doñana. Era la migración de más cantidad de pájaros que jamás había visto yo. No sé cuantos, pero seguro que miles. Eran los Malvasía Cabeciblanca.

Tardaron más de diez minutos en cruzar el vuelo al que yo miraba.

Me hizo reflexionar mucho. La vida. Los cambios de estación. El cambio de casa. La comida. Los amigos de viaje. Una casa nueva, amigos por descubrir. Cosas que ver, más curiosidades de la vida. Un amor más. Cuantas cosas me hizo reflexionar la simple mirada a una bandada de pájaros.

Su vuelo continuó hasta que mi vista no alcanzaba a ver la mancha en el horizonte. Una paz me quedó dentro sabiendo que aun siendo nómada se puede ser feliz en cualquier sitio donde tú hagas tu hogar. No importa el sitio, el clima o los que te redondeen en ese momento.

Tu harás de tu vuelo tu vida.

miércoles, 8 de enero de 2014

Rutina



El despertador ya lleva dos días sonando y no es lo mismo que la semana pasada, cuesta levantarse, los niños ni siquiera se despiertan. Que cambio con dos días solo. Saltaron de sus camas sin esperar que el despertador sonara. Hoy hasta las sabanas pesan más. La manta ni quiere moverse. Y la cara del espejo solo refleja enfado. Vuelve la rutina, vuelve la monotonía. Llevarlos al cole, correr al trabajo, ir a la oficina de Inem. Hablar con la compañera del próximo puente. Que ni se sabe en qué trimestre lo habrá.

El frío de hoy es el doble que el de ayer y los rojos y luces de las calles dejan paso a unas ramas de árboles secas y desnudas. Este fin de semana hay que vestir de nuevo al frigorífico. Y las rebajas ya andan en los escaparates. Vuelve la rutina y la monotonía.

A oír a Carlos herrera decirnos camastrones. Hay que levantar el país. Hay que pagar las pensiones. Los abuelos a recoger a los nietos y los camiones de basura a trabajar menos después de tanta caja y papel de regalo. Vuelve la tranquilidad y el frío del invierno. Y dentro de dos días la cuesta. Sí, la de enero. Esa de todos los años. La que siempre está y siempre se llega. Le podían quitar el nombre. Y dejarla en desierto de cartera. Suena más real.


Bueno. Todo pasará y volverá en cuatro días la primavera. A esperar. 

viernes, 3 de enero de 2014

Recuerdos de mi niñez



Recuerdo de mi niñez unos reyes espectaculares. Vinieron de verdad a vernos los Reyes Magos. Vinieron a nuestra casa con pajes y todo, los camellos no los vimos, me imagino que no podrían subir a un segundo piso, pero sí teníamos preparada su comida.

Fue un recuerdo espectacular, ¡¿Qué digo fue?! Es un recuerdo inolvidable por completo, podría relatar hasta el color de sus trajes y el tono de la barba de Gaspar. Los turbantes de los pajes, el olor a incienso, o ¿sería Mirra?, y hasta de las cosas que me preguntaron; que si me había portado bien, que si era bueno con mis padres, que como llevaba las notas del cole. Jajajaja, las notas, pero si tenía cinco años, ¿qué notas iba a tener?, pues la mejores, matricula en juegos y sobresaliente en recreo, no había más.

Pero ahora con el paso del tiempo, y ha sido mucho, intento recordar que regalos trajeron, ese año maravilloso, los Reyes Magos, y la verdad, con la memoria tan excelente de la que presumo, no logro recordar ninguno de ellos con precisión. Podría enumerar juguetes, sí. Pero estoy convencido que no los podría ubicar en esas navidades serian de otras pasadas o futuras, pero no sabría precisar.

Es quizá que lo importante, de esos recuerdos, no son los maravillosos regalos que los reyes se esfuerzan por traernos cada año, sino el trabajo que cuesta conseguirlos y ahora solo recordamos, sus ojos de bondad, sus besos de cariño, sus abrazos sinceros de amor, el tiempo que pasaron con nosotros dedicándonos toda su paciencia y comprensión.


¿No serian ésos los regalos que me trajeron ese año? Y yo sigo confundido con coches de bomberos o muñecas de trapo.



jueves, 2 de enero de 2014

Existo



Decía un silogismo de mi niñez que todo lo que tiene principio y fin, existe.
Y creo que es verdad, porque tomo un huevo, lo casco, lo frio y me lo como y existió.
Veo unos ojos, me enamoro, me desamoro, y existió.
Planto una semilla de trigo, la riego, le da el sol, se angosta, la hago harina, y el pan que sale lo comemos y existió. 
Pero no sé si yo existo, nacer nací, vivir vivo, regar estoy regado. Y el sol y el agua me dan en la cara. Pero existo? Esta primera premisa está diseñada desde la existencia exterior. De la visión al otro, de la observación a lo que te rodea. Y es cierto desde ese punto de vista.
Y si no muero? No tengo fin? No existo entonces? 
Y si un día se acaba el mundo? Deja de existir?

Estaremos allí para comprobarlo…