jueves, 6 de marzo de 2014

Hospital


Dicen que por la ley de protección de datos no pueden decirte el número de habitación de tu padre en un hospital. La salvaguarda de la confidencialidad es total y absoluta, los expedientes médicos de cada paciente custodiados a buen recaudo. La información médica solo se da a personas autorizadas.
Hemos vivido una situación médica estos días. Pero que no es importante ni exclusiva. Y este caso tampoco es algo extraordinario porque esta todos los días, en todos los hospitales, en todas las ciudades están ocurriendo casos parecidos y hablar de médicos siempre es hablar de algo que no funciona correctamente y que nos impide una normalidad en nuestras vidas. Todos hemos pasado alguna vez en nuestras vidas situaciones así. Unas veces de paciente. Otras de familiar o amigo.
Y volviendo a esa gran intimidad de la ley de protección de datos. De tantos ejemplos, de expedientes tirados a la basura por negligencias de unos buenos otros, de las grandes sanciones impuestas. Pues ahora cuento como nuestra intimidad más preciada es vilipendiada hasta extremos inconcebibles. 
Nunca nos habíamos parado a pensar como el trasiego de camas, camillas, sillas de ruedas, por pasillos, corredores, salas de urgencias, son una y otra vez puestas de manifiesto dando la publicidad más absoluta a tu apreciada intimidad de tu salud.
Queda expuesta a caras desconocidas, a conversaciones indiscretas hasta el máximo. Ni puedes traspasar la puerta de una consulta pero si pueden pasearte con una cama por todos los pasillos de un hospital. La entrada, las consultas. Los ascensores atestados de visitantes que observan como un celador te mete en el ascensor y avisa que entra una cama con enfermo, y permanecen un tanto impasibles dentro, leyendo claramente tu historial médico que lo tienes encima de tus piernas con las muestras de sangre y orina, que hace un rato tenían que llevar a los laboratorios. Viva la intimidad, viva la protección de datos de la sanidad. Viva la curiosidad de la gente leyendo que rara enfermedad tiene el enfermo de la cama mientras suben juntos los cuatro pisos. Curiosidad, morbo, indiscreción. Todo. Y qué más da que seas el famoso de turno que la persona más discreta del universo. Todo es público a partir de ese momento. Ser el cotilleo de todos y estar en boca de cualquiera.

Bendita ley de protección de datos. Bendita 

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