miércoles, 28 de enero de 2015

GANAR O INTENTAR



Lo importante es participar. Pues no, no estoy de acuerdo. Lo importante es ser el primero, ser el mejor. En el deporte, en el trabajo, en tu hogar, con los amigos, en la sociedad. Competir siempre. Pero no por competir sino por mejorar. Esa frase que la llevamos oyendo años creo que se creó para no frustrar a una juventud inmadura. Históricamente se le atribuye al barón de Courbertin aunque fue Ethelbert Talbot quien la pronunció por primera vez.
Pero vamos a ver. Quien no quiere aprender más? Quién no quiere ser el mejor en su trabajo? Quién no quiere amar más a su pareja? Quién no es competitivo en la vida hasta extremos límites?  Jugamos a la lotería para competir? Nos quedamos en nuestro de trabajo mirando como nuestros compañeros promocionan y ganan más dinero? No nos peleamos, si hace falta, en la cola del pescadero para colarnos? No intentamos engañar a la enfermera para que nos adelante la consulta? Estamos compitiendo siempre. Pero nunca por el placer de solo competir, de sólo participar en la vida. Yo no participo solo, participo para mejorar, para aprender más, para querer más, para ganar más. Para ser el mejor. El campeón tiene nombre, campeón. El segundo casi también, subcampeón. Poca imaginación para quien la inventó. Y el tercero? Yo ni siquiera quiero ser tercero en nada. Siempre estoy mejorando en todo lo que me rodea y me interesa, claro. En toda competición el fin es ganar. Y si no se gana, prórroga. Hasta que el vencedor se adorne con el laurel en la cabeza. Ya lo significaba Luis Miguel Dominguín. Número Uno. Y debajo nadie.
Aunque todo en la vida tiene que ser relativo. Ser el mejor con respecto a que. Ser el número uno en el tiempo y en el espacio.
Esto solo lo escribo con la intención de no quedarnos en la conformidad de lo que tenemos. De un mundo sin más pretensiones de las que te dan, de las que trae la vida. No salir a buscar más oportunidades, hacer mejor tu propia existencia.
Aspirar a ser lo que deseas. Lo importante es intentar, no participar. 

miércoles, 7 de enero de 2015

Odio



Un matrimonio de años, con una relación, hasta los diez primeros, buena; sin ser excesivas las demostraciones de amor y cariño. Quizás, su juventud en una aventura tan marcada en sus vidas, no les supo encauzar como ellos querían. No supieron crear unos cimientos sólidos para una vida en común. Llegaron las dificultades y con ellas las relajaciones en no solucionarlas. Y se acrecentaron hasta dejarlas pasar. La frialdad era una tónica. La incomunicación sus carriles de conducción. La falta de cariño la desgana.
Todo ello conlleva al total derrumbamiento de la pareja. Creando un matrimonio de dos individualidades. Y los hijos por medio, una crueldad casi.
Una separación anunciada. Pronto las terceras personas entraron por medio. Y cuando se deja de querer, se deja de sentir, se deja de pensar en esa persona que ha convivido tanto tiempo a tu lado.
El odio arranca con fuerza, virulento, con saña. Pasa del amor, de la amistad, del solo cariño al extremo opuesto.
La furia más extrema, el desprecio más sublime, de la vida a la muerte. La indiferencia no existe. La sangre se vuelve visceral, calienta más que el infierno. El daño extremo. Verlo en lo más bajo del escalafón humano para clavar estacas que le hundan más abajo. Verle muerto no sería una satisfacción. Solo un mero contratiempo por verlo sufrir menos. 
El tiempo esta en contra del odio. Lo anima, lo ensancha, lo alarga, lo engorda. Anida tan dentro que arrancó cualquier atisbo del amor que hubo.

YO Odio al Odio.