domingo, 20 de marzo de 2016

Adiós Invierno


Temblores de hielo y piel encrespada dejan mi cuerpo dolido y maltrecho. Ganas de perder el marengo cielo y descubrir el turquesa nuevo. Olor de verde tallo y bermellón pétalo. Vestidos de azahar y pamela deslumbrante. Deja que nazca la luz en tus labios, tus ojos sean brasas de amor y que reine la primavera dejando al cruel y duro invierno desnudo hasta otro año.

Amarte en caminos húmedos encantados de pámpanos bronces que traen perfumes de jazmín morado. Amarte en campos de amapolas y margaritas, dándote los susurros de poesía que el viento siempre lleva a tu corazón.


Sólo así la primavera da frutos de amor

miércoles, 9 de marzo de 2016

Adiós mi vida



Te busqué por todas las redes sociales, no salía de casa para no perder tiempo. Ya desesperado indagué en unas antiguas páginas blancas de Telefónica tu nombre y en la m descubrí tu dirección. Imposible lo que leía. Tanto tiempo y tan cerca. Vivías a un metro de mí. Mi cabecero era tu cabecero, tus exclamaciones mi obsesión, tus silencios mi paz.
Tan cerca y tan lejos. No aguantaba a la vecina y la vecina eras tú. Tantos años buscándote y te tenía junto a mí. ¿Por qué no miré antes? ¿Cómo fui tan digital? Lo simple es más práctico. Solo a unos metros de mí y no vernos alguna vez. No es posible que la vida sea tan cruel. Te escuché y te odié. Te sentí y te desprecié. Y ahora todo ha cambiado. Sé dónde está tu vida. Y ahora sí estás lejos. Muy lejos. Ahora que te puedo tocar no debo. Ahora que te puedo contar mi amor no seré comprendido. Tantos años y tan cerca.
Mi amor de juventud, el amor de mi vida.

Ahora tienes tu vida y yo me quedo sin vida. Adiós amor, adiós mi vida. 

Autoestima


Destrozada, llorando y arrinconada en su habitación estaba Ana. Había sufrido tanto aquella mañana en el colegio que no pudo aguantar más y salió de clase en estampida. No paró hasta encontrarse en el refugio de sus paredes. No había consuelo. No entendía el absoluto desprecio con el que, continuamente, era sometida por sus compañeros.
Su vida era normal. Nunca sus padres le habían indicado lo malo y lo bueno de ella. Tanto es así que cada cosa que pedía la tenía. Su forma de hablar, completamente de moda, era la gracia de sus padres. En casa nunca se sentía culpable, es más, no entendía que significaba esa palabra. Siempre tenía razón.
Pero en el colegio todo era al revés. Ana no aguantó más. Su dolor era sangriento, desgarrando su barriga y su cabeza estallaba en múltiples relámpagos. Pasaban los insultos y desprecios de sus compañeros como latigazos en la cara. La visión de la ventana era un soplo de libertad.
No había otro camino que seguir.